Un chiste costó la vida al barbero del Presidente

Por Roberto Valenzuela

Yo pensaba que era una leyenda inventada, hasta que leí el episodio del asesinato del barbero del Presidente de la República. A él le costó la vida un chiste. Y como es natural, una broma que hizo de buena fe, pero se trataba del Presidente. Y no era cualquier Presidente.

Era un temido dictador dominicano apodado la “Pantera Negra del Caribe” o el “Pacificador”, había llegado al poder a base de sangre y fuego: los muertos se contaban por montones.

Fue un guerrero muy famoso por su hombría, por batirse en duelo con los más valientes de su época. Había estado, no se sabe en cuantas batallas, al lado del héroe nacional Gregorio Luperón y del general José María Cabral.

Hablamos de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, más conocido como Ulises Heureaux o por su apodo de Lilís.

Fue un patriota que se transformó en dictador. Después de pelear contra los españoles, como si fuera una fiera herida, en la Guerra de la Restauración (1863-1865) en el Cibao y la Línea Noroeste, se trasladó al Sur para enfrentar los planes del Gobierno de Estados Unidos de anexar el país como una colonia gringa. Esa fue la Guerra de los Seis Años de Báez (1868-1874).

En el Sur luchó al lado del general Cabral y los valientes generales Andrés y Timoteo Ogando. Cabral decía que la mujer que parió a los Ogando se le secaron los ovarios, de tan valientes que eran.

Y cuando los Ogando se juntaban con Lilís podían pelear con el Diablo y un ejército de dominios dentro de una botella. Según Cabral, el Diablo y su legión de demonios iban a ser derrotados por Lilís y los hermanos Ogando.

De esta forma, Ulises Heureaux fue escalando socialmente hasta convertirse en general y uno de los dirigentes más importantes del Partido Azul, el cual tenía como líder a su protector político, Gregorio Luperón.

Bueno, la anécdota del barbero es cuando Lilís era presidente dictador. Como en las barberías era donde iban y van a parar todos los chismes, Heureaux le daba riendas sueltas a su barbero para que soltara la lengua.

El barbero acostumbraba a dar todos los detalles de las mujeres que eran infiel a sus maridos, los funcionarios que podían conspirar contra el Presidente. El gobernante reía a las bromas y se enteraba de todo lo que pasaba en Santo Domingo.

Un día el barbero le hizo un chiste que al tirano no le gustó, aunque se quedó tranquilo, no se inmutó. Mientras lo estaba afeitando con una filosa navaja en el cuello, le preguntó: ¿Quién manda ahora, general?

Heureaux respondió pausadamente: “Usted es el jefe, eso no se discute”. El Presidente se marchó de la barbería, como si nada hubiese pasado. Antes de la semana, el barbero del Presidente apareció muerto, un chiste lo asesinó.

En realidad, murió de un balazo que se le escapó al coronel Tiburcio, apodado “La Cacata”, uno de los matones al servicio de Ulises Heureaux. Este relato fue estructurado en base al libro Lilís, el Tirano, autoría de Vigil Díaz y Blanco Fombona.