Rehuir a los medios

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Por Oscar López Reyes

Jerárquicos de relieve económico-financiero están saliendo del camerino –Héctor Valdez Albizu-Banco Central y Jochi Vicente-Hacienda-, pisándoles los talones a David Collado y Deligne Ascensión, ministros de Turismo y Obras Públicas. Esas presencias reducen la sobreexposición pública del presidente Luis Rodolfo Abinader, quien, de continuar como el apagafuegos, sufriría un desgaste en su imagen de marca política estatal.

Para que la proactividad presidencial no derive en reactividad, falta el vino del otro sabor: el reforzamiento protagónico de una vocería política de alta credibilidad y abolengo popular -tipo Tony Raful, Rafael Santos o Fafa Taveras-, y que otros titulares ayuden a optimizar la gobernanza oficial y su percepción pública.

Ministros y directores generales se han resistido a acudir a entrevistas radiotelevisivas y desayunos/almuerzos de rotativos. La aprensión se funda en las frecuentes desconsideraciones o vilipendios por improvisados “comunicadores”; a que tergiversen sus declaraciones, por miedo escénico o escasez de ejercitación informativo/audiovisual.

La muy justipreciada gestión estatal del presidente Abinader y sus valores añadidos, como honestidad, solidaridad y sencillez, son significativos y memorables, que empujan hacia un plan de marketing electoral. Se impone la comparecencia mediática de expertos del territorio económico-financiero, que ofrezcan informaciones de trascendencia en un escenario con amenazas de una recesión en Estados Unidos, China y Europa.

Las diferenciadoras estrategias políticas multicanales online y offline, en la búsqueda de penetración y crecimiento, energizan en la sinergia, más con las puertas abiertas, pero en las actuales circunstancias son deseables y anfitriones superiores los contenidos monetarios. La clarificación, en la emocionalidad discursiva, revierte y abona más en la representación mental de los ciudadanos.

La economía tonifica como estilo de gobernanza, en la capacidad lingüística digerible…

Las instituciones gubernamentales están repletas de hombres y mujeres con sobradas condiciones profesionales, una parte con miedo escénico y sin adiestramiento mediático, que pueden fungir como voceros para dar a conocer el panorama internacional, el gasto local, las inversiones, el manejo de los fondos públicos y los informes de las agencias calificadoras.

El vocero permanente o “embajador auténtico” es el rostro visible y conocido de la organización. En su verbalización en la construcción de argumentos consistentes para influir en las audiencias, prestigia en el arte de la comunicación estratégica.

Para ser un buen vocero se requiere detentar una alta credibilidad moral, tener facilidad de palabras, transmitir mensajes positivos y motivacionales, en el rejuego de los lenguajes verbales (38%) y gestuales (55%), y manejar la ansiedad.

Entonces, ¿por qué funcionarios rehúyen a los medios de comunicación?

Las raíces están explicadas, y el recetario para los que están en el pórtico de ser jugadores activos, lo estamos poniendo a su disposición, en una cadena de pasos que, bien asimilados y aplicados, maximizan el talento y conducen por la ruta de la influencia y el poder.

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