Procurador era objetivo del ataque a najayo

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El plan era audaz, macabro, temerario, desafiante, al estilo Pablo Escobar Gaviria en su mejor época de impunidad y terror en Colombia: el intento de fuga de la cárcel de Najayo tenía el propósito de asesinar al procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, y simultáneamente liberar de la cárcel de La Vega al capo Winston Risik Rodríguez.

Con ese propósito vino al país a finales del mes de octubre, un comando de francotiradores colombianos, que incluso llegó a alojarse en una finca de Villa Altagracia, camino a Bonao. La propiedad está a nombre de un empresario identificado como Olivares Ogando Herrera, conocido como El Ministro, que está preso… ¡Y lo ha revelado todo! Los pormenores de la trama son del conocimiento de las más altas autoridades dominicanas y colombianas, y en el caso del procurador Domínguez Brito se han adoptado medidas adicionales de seguridad, aunque en todo momento él se ha negado a que se den a conocer detalles para no alarmar a familiares y simpatizantes.

Sin embargo, el procurador se ha reunido con sus más allegados para alertarlos de los planes urdidos contra su vida, mientras la investigación se ha trasladado a Colombia con la colaboración de la Interpol y la DEA, así como de la Policía y el ministerio público dominicanos con la asistencia de organismos de seguridad colombianos y agentes del FBI.

Un círculo cerrado…
Contrario a especulaciones periodísticas, las indagatorias sobre el intento de fuga de Najayo– ocurrido el 29 de octubre pasado, hace poco más de dos meses, donde hubo seis muertos–, nunca se han trabado ni detenido, aunque se llevan a cabo con mucho hermetismo para evitar que eventuales filtraciones trastornen su curso y alerten a posibles inculpados que se hallan en la mira de las autoridades.

La conclusión es que la fuga de Najayo fue una cortina de humo que buscaba distraer la atención pública sobre un asalto que se perpetraría horas después a la cárcel de La Vega para liberar a Risik Rodríguez, conocido en los bajos fondos del narcotráfico por el mote de El Gallero, y casi simultáneamente un francotirador colombiano dispararía con un fusil M-30 y mira telescópica contra Domínguez Brito al salir de su residencia.

El fusil fue recuperado por las autoridades y es parte fundamental en el voluminoso expediente que se instrumenta sobre este delicado caso.

La investigación también vincula, aunque de forma indirecta, la bomba incendiaria lanzada el mismo día del intento de fuga de Najayo en un vagón del metro de Santo Domingo que causó quemaduras a 17 personas, una de ellas de suma gravedad.

Por igual, el tiroteo provocado la misma fecha en la cárcel de La Victoria, donde murió otro recluso. Se vincula también el intento de sabotaje a las torres del cableado de alto voltaje del sistema eléctrico de la región Sur Central, detectado en fecha coincidente.

El macabro plan contemplaba la eliminación física de tres de los cuatro hombres que se fugarían de Najayo. Sólo el líder de la banda, Andy Maríñez Valdez, conocido por el apodo de El Sicario, estaba en los planes posteriores a la fuga. Éste sería llevado a la finca de Villa Altagracia y participaría en el asalto posterior a la penitenciaría de La Vega.

Los otros tres– que cayeron en el intento–, serían eliminados por sus secuaces y sus cuerpos lanzados en un descampado de la carretera del Cibao con el propósito de que el hecho escandalizara aún más a la opinión pública.

A esos se les identificó como Jesús Felipe Francisco, alias Atahualpa; Álvaro Luis Capellán y Jorge Luis Polanco Díaz.

El plan fracasó gracias a la acción valerosa de los guardias de postas en los flancos laterales de la cárcel que dispararon contra los delincuentes a pesar de que éstos habían tomado de rehén a un supervisor de la prisión a quien amenazaban asesinar. En la refriega también murieron los agentes penitenciarios Estarlin de Jesús Amarante Polanco y Milcíades Casanova Casanova.

Investigando a fondo
La investigación llevada a cabo conjuntamente por el Departamento de Investigaciones Criminales de la Policía y la Procuraduría General de la República partió de tres interrogantes capitales: a): -¿Quiénes participaron en el asalto?; b): -¿Quiénes patrocinaron el asalto?; y c): -¿Qué misión cumplirían los sicarios en la calle? Para despejar la primera interrogante, los agentes del Dicrim procesaron la escena del crimen y levantaron evidencias en torno a los cuatro cadáveres que permanecieron por casi tres horas en la explanada frontal del recinto carcelario: cuatro celulares, varios sim-card, documentos, casquillos de distintos calibres, dos pistolas, un revólver, manuscritos telefónicos y nombres de relacionados.

Una vez identificados los responsables del intento de fuga, se pudo determinar casi de inmediato que el líder del grupo era Maríñez Valdez, y al extraer su perfil delictivo de los archivos policiales, los investigadores se extrañaron de que ese individuo de tan amplio prontuario estuviese recluido junto a numerosos miembros de su banda en una cárcel del sistema penitenciario reformado como Najayo.

Maríñez Valdez había sido apresado cinco meses antes, el 30 de abril del 2014, por el asesinato del exjefe del Servicio Secreto de la Policía Ramón Henríquez Figueroa, Moncho, y de Fausto Céspedes Ramírez, alias Deivi, su chofer.

Fue arrestado junto a los miembros de su banda identificados como Verónica Yulai Eusebio Polanco, Henry Leandro de Jesús Batista, Abraham Suero García, Elvis Félix Alcántara, alias Sadán, Gustavo Alcántara Valdez y Rafael Danilo Morillo.

Tenían armas y equipos por pipá
Al grupo se le ocuparon cuatro fusiles M-16, seis granadas fragmentarias, cinco chalecos antibalas, 27 cápsulas para M- 16, cuatro pasamontañas, cinco pares de guantillas, una bomba lacrimógena, doce tairrac, una gorra con insignia de mayor, ocho gorras con las siglas de la DNCD, tres cargadores para fusiles M-16, una pistola Glock calibre 40, una cámara de video, 14 teléfonos celulares, una yipeta Blazer, un carro Lexus, otra yipeta Mitsubishi Sport y dos grúas de plataforma.

Apenas un mes después, el 27 de mayo, Maríñez Valdez protagonizó una fuga espectacular junto a tres de sus secuaces cuando eran trasladados desde la fiscalía de Villa Altagracia a la cárcel de Najayo. Esa vez sus compañeros de aventura fueron Elvis Félix Alcántara, alias Sadán; Israel Rosario Pérez y Jacinto Reyes Guzmán, alias Víctor.

Estando en la fiscalía de Villa Altagracia, alguien le pasó subrepticiamente una pistola a Andy y éste la guardó en su parte íntima hasta que en el camino de regreso a Najayo la sacó y encañó a los militares que le custodiaban y escapó junto a sus secuaces.

Pero en agosto fue reapresado vestido de oficial militar y esa vez salvó la vida milagrosamente aferrándose a un niño que encontró cerca. La orden era “darle para abajo”, que cayera “en un intercambio de disparos”.

A partir de la osadía del plan de Najayo, la conclusión a que han arribado los investigadores, tanto de la Policía como de la Procuraduría, la Interpol y la gente de la DEA, es que los carteles colombianos de la droga han resuelto “defender a sangre y fuego el territorio ganado” en la ruta del narcotráfico a los Estados Unidos.

En los próximos días se conocerán detalles escalofriantes sobre la magnitud de esta trama que llegó a poner en juego la estabilidad social y política y la vida de la principal autoridad del ministerio público. Autor: César Medina. Tomado de listindiario.com

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