“Mi hermano la encontró enterrada en el patio, rodeada de sus amadas orquídeas”

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“Sus asesinos quisieron esfumar toda una vida, quisieron apagar una estrella”

A más de dos décadas del asesinato de la señora Ysabel Martínez, en Santiago de los Caballeros, este 19 de julio tuvo lugar una audiencia, mediante la cual se intentó otorgar la libertad condicional al convicto Juan Liriano, quien cumple 21 años y medio de una condena de 30 años, por el cruel asesinato. Una de sus nietas, Romy Bustamante Rojas, participó junto a su madre, Rosario Rojas Martínez, en el acto judicial.

La solicitud de libertad condicional no fue aceptada.

Romy Bustamante, la nieta primogénita, escribió las siguientes líneas, que compartimos con nuestros lectores: 

“Han transcurrido 21 años, 6 meses y 4 días, desde el asesinato de mi abuela materna Ysabel Martínez. Era la matriarca de nuestra familia. Era una mujer fuerte en sus convicciones, su manera de pensar, su forma de ser; pero el amor por sus hijos y sus nietos, nunca fue dudado.

En este tiempo transcurrido, yo me casé, tuve dos hermosos hijos, los cuales a mi abuela no se le dio la oportunidad de conocer. Ella los hubiese amado con locura.

Mi abuela era una talentosa costurera de finas modas, y soñábamos juntas con mi vestido de novia. Yo era su primera nieta y la más consentida. Ella lo hubiese confeccionado: fue otra oportunidad que le robaron.

 Ese fatídico lunes, 15 de enero de 2001, cambió nuestras vidas completamente. Sus asesinos la atacaron, la golpearon, la quemaron, la aniquilaron y la enterraron en su propio patio. La quisieron desaparecer. Quisieron esfumar toda una vida, quisieron apagar una estrella. No se imaginaron que tomó solo un día, para que todos nos congregáramos allí, desde España, Estados Unidos y Santo Domingo.

Inmediatamente, dimos la cara por ella. Cuando mi hermano la encontró enterrada en el patio, rodeada de sus amadas orquídeas, se empezó a aclarar lo ocurrido: la mataron a sangre fría para cubrir sus fechorías, pues le estaban robando desde hacía meses. No tuvieron piedad alguna con ella, la trataron con desprecio y odio.

Este 19 de julio viajé desde los Estados Unidos, donde resido, hasta la República Dominicana, mi otra patria, y la de mis ancestros, para pedir al señor juez que se pusiera en mi lugar, en el lugar de toda nuestra familia, para que comprendiera nuestra tremenda pérdida, que duele cada día más al paso de los años, y que significa, definitivamente, una pérdida para toda la sociedad dominicana.

Estuve ahí para pedir que no se le otorgara la libertad a un hombre que nos quitó tanto, que nos dejó huérfanos, sin titubeo alguno. Que la justicia obre y concluya su condena. Que, aunque 30 años no es suficiente castigo, es lo máximo otorgado por las leyes y lo más justo si se observa de esa manera.

También dediqué palabras a ese individuo; porque quiero que sepa que aunque la sociedad nos enseña a perdonar, lo más que puedo hacer es otorgarle el olvido y siempre recordarla a ella, a mi abuela Ysabel Martínez, con todo el amor y alegría que se merece. Que cumpla él su calvario, porque nosotros lo venimos sufriendo también desde ese 15 de enero de 2001, hace 21 años, 6 meses, 4 días…

Muchas gracias”.

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