“Enfrentar a la bestia es la victoria humana”

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¿Puede el ser humano vencer a sus demonios, sentarse sobre la bestia y esgrimir la victoria?

Para Carlos Rodríguez Almaguer existen caminos posibles, y según sus propias palabras: “Las virtudes, los valores aprendidos, son el único freno eficaz contra los instintos que, de no controlarse a tiempo, degeneran en vicios. Este es uno de los desafíos principales del ser humano: armarse de aquellos valores morales que actúen como reguladores de sus instintos, de manera que pueda desarrollar su vida en comunidad como el ser social que es”.

Con sólida formación martiana, o lo que es igual, conocedor y practicante de las ideas del gran Apóstol cubano José Martí, Rodríguez Almaguer plasma en su libro  El Ángel y la Bestia construyendo al humano, un sinnúmero de reflexiones que atañen a quienes se han propuesto el objetivo de  crecer individualmente, proceso insustituible para apoyar ese tránsito “del hombre-fiera al hombre-hombre”.

Carlos RodríguezPero el autor, ceñido por su sensibilidad y corpulencia espiritual- léase preparación propia del conocimiento que ha ido incorporando en cada experiencia vivida, todas las cuales le han legado esa cualidad, cuya etimología deviene del espíritu o  de lo espiritual, y como destino final desea y se ha propuesto compartir con quienes le rodeamos-, propone, entre muchas herramientas: construirnos.

Porque “el ser humano no nace hecho”, argumenta el también poeta, ensayista, historiador y profesor y prosigue: “Hay que construirlo sobre la estructura de la criatura biológica que nace. En principio, los instintos rigen a esa criatura y la acompañarán hasta el día de su muerte. Sin embargo, esa criatura trae latentes en ella todas las posibilidades: las luces y las sombras. Puede llegar a ser la persona más feliz o la más desdichada, altruista o egoísta, y podrá hablar cualquiera de los idiomas empleados hoy, o gruñir al estilo de la manada si se deja abandonada como se han dado casos”.

Empeño prodigioso y difícil este de construir a ese humano, que para Rodríguez Almaguer significa prestar atención al instante milagroso de la concepción: la hora triunfal del nacimiento- escribe-, tras el cual “el niño que aún no sabe articular palabras llora para comunicar dolor, hambre, sueño, sed, malestares diversos. Hablará la lengua que le enseñen y practicará las costumbres que adquiera según vea actuar a quienes lo rodean. La cultura de la sociedad donde vive se filtrará por sus poros y moldeará su ser como al agua moldea su recipiente”.

Entonces, aparece en las ingeniosas líneas de El Ángel y la Bestia construyendo al humano la educación, en tanto formación humana, y reflexiona Almaguer que “al contrario de lo que ocurre en estos tiempos en que se prioriza la instrucción del pensamiento y se deja de lado la dirección de los sentimientos, si tuviéramos que escoger una de ellas, preferible es escoger la educación del sentimiento. La vida es escuela suficiente para que el hombre aprenda sus lecciones”.

La familia, la escuela, el inequívoco lugar de quien enseña en las aulas y siembra paradigmas por los siglos de los siglos…; “la crisis humanista global en la que los asideros  tradicionales que sostenían en pie y en orden al andamiaje existencial humano, se han derrumbado dejando a las personas sumidas en un estado de desorientación…”. De esto  y más, trata la obra de quien también ha dado vida y preside el Instituto Almaguer para la Formación Humana Integral Construyendo al Humano.

Pueden estas 135 páginas hacernos reflexionar sobre el equilibrio como clave para llevar adelante lo que llamamos “proyecto de vida” y recordarnos en complicidad mutua: “Esa virtud silenciosa, oculta a la vista de los demás, lejos de los aplausos y solo perceptible para nosotros mismos”… que “requiere sin duda de una valentía heroica. Por eso debemos siempre tratar a los demás con delicadeza, porque nunca sabremos las tremendas batallas que se están librando en su interior”.

Entonces, parafraseando al escritor, mejor sellar estas líneas con la reafirmación de que existe la manera de frenar a la bestia que cabalga junto a nosotros en este recorrido de la existencia, y comprender que podemos “sentar sobre ella un ángel”, y lograr finalmente “la victoria humana.”

A esto nos llama Carlos Rodríguez Almaguer con su libro El Ángel y la Bestia construyendo al humano, y con cada una de las charlas en las cuales nos recuerda que “el ángel, paradigma anhelado a que ha de aspirar alzarse la condición humana, es falible de ser exterminado por la bestia si decididamente no tomamos parte a su favor, manteniendo en guardia todos nuestros sentidos y nuestra fuerza de voluntad, hasta el último día de la vida”.

Y concluye: “Así como tenemos músculos en nuestro cuerpo físico, los valores morales son los músculos de nuestra humanidad, e igual se atrofian como aquellos por falta de ejercicio. Se plantea así otro de nuestros grandes desafíos: ejercitar los músculos del alma y los de la razón. Porque al menor descuido la bestia tomará el control y nos hará retroceder hasta la infamia y la inhumanidad. Con razón afirmaba el profesor Juan Bosch que a los hombres no se les juzga por como empiezan sino por como terminan”.

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