
Irán y las seis grandes potencias mundiales (Francia, Reino Unido, Alemania, China, Rusia y EE.UU.) alcanzaron un histórico acuerdo en 2015 por el que Teherán se comprometía a limitar su programa nuclear para no poder desarrollar a corto plazo una bomba atómica, a cambio de facilidades económicas y comerciales.
Esas facilidades se encuentran ahora en entredicho ya que, en mayo de 2018, Trump ordenó la salida de EE.UU. del acuerdo nuclear, que había sido firmado por su antecesor, Barack Obama.
Como resultado, Washington ha vuelto a imponer sobre la economía persa todas las sanciones que había levantado con el pacto, incluidas las que pesan sobre el sector petrolero.
El Gobierno iraní afirma que, durante un año, ha sido muy paciente y ha dado tiempo a los europeos para que ejecuten sus compromisos, poniendo en marcha un mecanismo llamado “Apoyo al Intercambio Comercial” y que busca sortear las sanciones de EE.UU. para mantener relaciones comerciales con Irán.
Teherán cree que ese mecanismo es positivo, pero insuficiente.
Por eso, en mayo, cuando se cumplía un año de la salida de EE.UU. del acuerdo, Rohaní dio un ultimátum de 60 días al resto de países firmantes (Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania): les dijo que Irán comenzará a incumplir el pacto si no le garantizan las exportaciones de petróleo y las transacciones bancarias.
Esta semana, Irán cumplió sus amenazas y, por primera vez, violó el pacto nuclear al haber superado por una pequeña cantidad el límite de uranio enriquecido.
Trump reaccionó con fuerza y avisó al Ejecutivo iraní de que estaba “jugando con fuego”.