Duele la muerte de un joven haitiano por turbas racistas enardecidas y vomitando odio. Pero más duele que esa muerte, que se podía evitar, haya sido provocada por una campaña sistemática de animadversión de algunos medios de prensa, alegando que los haitianos son brujos, que traen enfermedades, comen gente, violan mujeres-niñas, quieren fusionar las dos naciones y otras falsedades.
Cuando comenzó a circular la información de que supuestamente varios haitianos violaron una mujer dominicana en Hatillo Palma, Montecristi, un sector de la prensa y las redes sociales comenzó a crear todos tipos de malquerencias contra los haitianos, estableciendo plazos para que abandonaran la comunidad. Es en ese contexto que se organizan turbas para salir a agredir a hombres, mujeres, niños y ancianos indefensos, que nada tuvieron que ver con un hecho delictivo de un compatriota suyo.
En ese contexto, estamos apoyando la solicitud de autoridades haitianas y defensores de los Derechos Humanos de que el Gobierno dominicano profundice las investigaciones de la muerte de WislinYdac, de 25 años, y la quema, destrucción de casas ocupadas por ciudadanos haitianos, la mayoría ilegales en Hatillo Palma. Son ilegales, pero son los que trabajan en las plantaciones de guineo en esa comunidad y toda la Línea Noroeste.
Se debe investigar la denuncia de que el haitiano fue supuestamente asesinado en presencia de una patrulla del Ejército que se mostró indiferente mientras se ejecutaba el bochornoso crimen; y que fue consumado para avivar las confrontaciones entre Haití y República Dominicana.
Desde hace tiempo he visto con preocupación una deliberada campaña de algunos medios de comunicación destinada a crear conflictos entre las dos naciones. Con un componente de fanatismo racista. Magnifican todas las informaciones que tienen que ver con obreros haitianos en el país. Algunas son simples invenciones; otras, cuando se va al fondo, no tienen la magnitud que se le trata de dar.
Recuerdo una que decía: “Apresan haitiano con el corazón de un compatriota en una funda”… Explicaba que eso ocurrió en Dajabón. Otra información muy confusa fue la que daba cuenta de que un brujo haitiano en Elías Piña secuestró la hija de un oficial de la Policía, al que le habría despojado de varias armas. Conté tres versiones diferentes a la ofrecida por la Policía originalmente, incluyendo que supuestamente no hubo secuestro, sino que la mujer fue dejada voluntariamente a cambio de una deuda. Nunca se supo la verdad. Al igual que otras noticias, tuvo la finalidad de llevar el mensaje de que los haitianos son hechiceros y maleantes.
He escuchado, muy asombrado, a unos, dizque “evangélicos-cristianos” decir en un medio de comunicación que todos los males (el terremoto) y la pobreza de Haití son provocadas porque es un pueblo maldecido por Dios, por practicar la religión vudú. Ese disparate me causó risa por su ignorancia, pero también me preocupé porque crea un estigma negativo a un pueblo noble y trabajador.
No comprendo, salvo que sea por motivación racista, cómo se pueden ensañar en contra de indefensos obreros que llegan al país corriendo del hambre. Más que malditos, son benditos los ilegales, pues por la mitad de la paga que cobra un trabajador dominicano han levantado las obras más importantes del país. Autor: Roberto Valenzuela