Por: Emilia Santos Frias
Con la rapidez de la innovación tecnológica y los adelantos en todos los niveles de quehacer humano, verbigracia en medios de comunión de masa, un segmento de la población parece obviar que, para desempeñar trabajos, puestos labores determinados, hay que poseer capacidades, por encima de presencia.
Además de ser una persona honesta, que gestiona valores; ser responsable, porque rendirá cuenta de sus acciones, al tiempo de gestionar en valores su compromiso social.
Pero, contrario a esto, en la actualidad se exalta más la imagen personal, que las competencias profesionales, y aunque esto no significa que la primera carezca de importancia, está sobredimensionada. Esto así, porque la sola figura adolece de capacidades o potencial para aprender un oficio o profesión, para desarrollarse en ella. Aun así, se insiste en colocarla por encima de una persona que acciona competencias o habilidades. Que exhibe valores universales.
La imagen es más alentada desde los medios de comunicación modernos. A ella, las audiencias cautivas en la digitalización, han dado voz y notoriedad a muchas figuras, que hoy lideran la economía de la atención. Tanto a nivel nacional, como internacional. Algunas que, con sus acciones, constituyen un bochorno para sus coterráneos.
Verbigracia, los grandes emporios gestados y alimentados en las redes sociales, así lo demuestran. Pero no todos, como se ha precisado, hacen aportes sociales. Por el contrario, con sus exhibiciones presuntuosas impiden que las personas vivan procesos propios de esta vida. Imagen versus capacidad profesional. Cuidado a quién convertimos es icono.
Es necesario tener sumo cuidado al procurar la atraer la atención mediática. Es más importante ser útil, incluso, si no se obtendrá alguna ganancia. Claro, si se busca dejar un legado a la cultura de los Estados. En esta sociedad de la información, la atención mediática está robando éxitos al desarrollo social.
Sin embargo, cuando la atención mediática es bien utilizada, esa que difunde acciones de personas que exhiben valores éticos y democráticos, hace aportes a la memoria colectiva. Impensable creer que las habilidades profesionales, pudieran estar supeditadas a la apariencia y sus estándares de belleza irreal.
A esto se suma la actual crisis de cultura en que se encuentran los medios de comunicación, vista desde sus talentos, principalmente. En el caso de los podcasts, programas en radio, televisión, reporteros…, donde la vulgaridad o antivalores; irrespeto al lenguaje, propaga violencia, sin importar el gran impacto negativo que esta ocasiona a la salud humana y social. Esa que envuelve todo el entorno en que nos desarrollamos.
Este contexto obliga a evaluación de las normas éticas, para accionar desde los medios. A potenciar las prioridades de los Estados, basada en bien hacer; accionar deberes y responsabilidades. Como se sabe y ha sido sentenciado hasta la saciedad: la libertad de expresión permite la consolidación de las democracias.
Además, este derecho constitucional, permite el disfrute y ejercicio de otros, que conduce a las personas hacia su desarrollo pleno. En ese sentido, es imperioso que esas libertades se ejerzan respetando el honor, intimidad, dignidad y moral de las personas…, una pena que estén tan socavadas desde las redes sociales.
La imagen jamás asumirá como si lo hace, la capacidad profesional, la obligación de respetar derechos. Hablar de noticias de interés general, no de la vida privada de los talentos de los programas. ¿Qué aporte forja esa acciona a la sociedad? Lo que sí produce logros es proteger, prevenir, corregir, investigar y compensar daños causados. Así lo estipula la buena norma; es obligatorio resarcir derechos. Estamos a tiempo.
Jamás será provechoso seguir como autómata a ídolos de barro, tan prolíficos en esta Era de la Conectividad. Su ejemplo de vida, cargada de excesos y antivalores, egoísmo, mentira…, solo fomenta injusticia social e impunidad. Por eso, si estás cautivo, procura salir de esa trampa, apártate de las falsas ideas.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.
santosemili@gmail.com