Cuando los Hawks tomaron a Al Horford como tercera selección del sorteo de 2007, el equipo tenía ocho temporadas que no asistía a los playoffs, y venía de un curso con 52 derrotas, anclado 13 entre 16 conjuntos en el Este.
Desde entonces, ocho campañas después, el quinteto nunca se ha ausentado de la postemporada (la racha más larga en su conferencia), pero a partir de mañana tendrá frente a LeBron James como su mayor desafío y vitrina.
Horford se juega avanzar a la final de la liga ante la principal figura del básquet en el planeta, un jugador, cuyo talento no le permite pasar desapercibido, ya sea por el odio que genera su comparación con los mitos o por sus cualidades únicas que agotan los calificativos.
Con 28 años, tres asistencias al All Star y operaciones a ambos lados de su pecho, Horford llega a la fase cumbre de su carrera en la NBA, ya que los Halcones nunca habían logrado el boleto para asistir a una final de conferencia desde que la liga instauró ese sistema de competencia en la zafra 1970-71. Ni siquiera mientras jugó de rojo su emblemático jugador, Dominique Wilkins (1982-1993), líder histórico en puntos, y hasta con una estatua frente al estadio.
En su séptima aparición en playoffs (la campaña pasada estuvo lesionado), Horford llega con sus mejores números por cada 36 minutos: 16.6 puntos, 10.6 rebotes y 4.3 asistencias. Es el único sobreviviente del equipo con el que aterrizó en la liga.
Tim Legler, ex experto en triples y analista de televisión, define a Horford como “el jugador más indispensable”, mientras que el entrenador de los Hawks, Mike Budenholzer, lo describe como “la fuerza motriz”. Es un equipo que imita jugar con la precisión de GPS de los Spurs con el dominicano como brújula.
Pero apostar contra LeBron hoy es como hacerlo contra el Michael Jordan en su tope con los Bulls en la década de 1990 o los Lakers de Kareem Abdul-Jabar en 1980.
Los Hawks llegan a esta etapa tras encabezar el Este en triunfos (60, máximo en su historia de 65 años), pero confrontaron problemas para superar a Brooklyn y Washington.
Ante unos Cavaliers que recuperan al armador Kyrie Irving, pero que no dejan de extrañar a Kevin Love, los pronósticos son reservados, aunque Atlanta no pudo tener mejor escenario para acceder a su primera final de liga. El único título de la franquicia lo obtuvo en 1958, cuando jugaban en San Luis.
En Atlanta se vive de locura. La asistencia se disparó con 25 llenos completes en el Philips Arena, pasó de 14,339 fanáticos en la pasada campaña a 17,412 en la actual (del puesto 28 al 17), y los niveles de audiencia local subió en un 120%. Tomado de diariolibre.com