Escándalo: ¿Debe ser destituido Castro Castillo?

La forma como la Policía ejecutó a los hermanos López Méndez deja el caso sin resolver y muchas preguntas sin respuestas. ¿Por qué no actuó un fiscal en el allanamiento de la casa donde estaban? ¿Dónde adquieren chalecos antibalas, armas de guerra que sólo deben tener los agentes? ¿Si fue un intercambio de disparos por qué las dos mujeres que acompañaban a los prófugos no tienen ni un rasguño?

¿Tenían cómplices en la Policía y por eso los fusilaron para que no hablen? ¿Pueden dos muchachos en un país pequeñito hacer y deshacer sin la complicidad de un poderoso? El periodista Marino Zapete dice que ni que ellos fueran Enrique Blanco, el guerrillero de los pueblos del Cibao que la fantasía popular convirtió en leyenda.

La Policía los acusa de la muerte de 6 personas (un coronel del Ejército, un teniente y un sargento de la Policía) e herir a 4 agentes más. ¿Realmente mataron esos oficiales y por qué? Son preguntas sin respuestas, ya que los muertos no hablan. Aunque tenían mucho que decir, sólo tenemos la versión de la Policía, acostumbrada a manipular, falsear y acomodar las cosas para tapar a alguien. ¿Quién será ese alguien?

No eran dos angelitos, pero la Policía actuó de forma chapucera e ilegal violando sus derechos humanos. “No queremos decir que ellos no hicieron nada, porque es faltar a la verdad, pero detrás de ellos hay una cabeza que la Policía no permitió que se conozca y por eso prefirieron matar a Omar y César Alejandro”, declaró a El Caribe, Félix Méndez, primo de los hermanos López Méndez.

La delincuencia no da tregua, pero la Policía vive de escándalo en escándalo. Ocurre que agentes de la Dirección Central Antinarcóticos  (Dican), tenían una peligrosa pandilla que  no solamente se robaba la droga incautada, sino que la comercializaba  y extorsionaba a narcotraficantes.

Se habla de mil kilos y la suma de 50 millones de pesos. Muchos piden la renuncia o destitución del jefe de la Policía, general Manuel Castro Castillo, pero el cambio de titular no es la solución, pues vendrán otros y harán lo mismo de siempre: Llegan pobres y se van millonarios con la corrupción que arropa la uniformada. Y los policías, materia prima de la seguridad ciudadana, siguen ganando seis mil pesos de salario.

¿Puede un policía vivir con ese sueldo, educar a sus hijos, pagar servicios de salud, agua, luz…? La mejor receta para frenar la corrupción es creando una nueva Policía, mejorando la condición de vida de los agentes, estos dan a la sociedad lo que recibe de ella. Si son mal pagados, utilizarán su autoridad para conseguir dinero, no importa cómo y con quién, aún siendo peones del narco. Autor: Roberto Valenzuela