Presidencialismo y reelección, males endémicos de la nación

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Por: José Francisco Peña Guaba

Si bien es cierto que hemos querido mejorar la calidad de la Democracia, los dominicanos no lo vamos a lograr hasta que no nos demos cuenta de que la muralla que nos impide conseguirlo es nuestro sistema Político.

Cada 4 años escogemos un Presidente a quien le otorgamos un poder sin medida y sin limitaciones, un cheque en blanco que lo convierte en rey sin corona, dueño de vidas y haciendas, cuyo poder, el que le otorgamos, termina utilizándolo contra el propio pueblo que lo eligió.

No basta que en la nueva Constitución proclamada el 26 de enero del 2010 diéramos un salto en el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos, ni que se estableciera en su artículo 7 la cláusula del “Estado Social y Democrático de Derecho.” En la práctica, lo que no está funcionando es nuestro sistema político establecido en el artículo 4 de la misma Constitución, según el cual “El Gobierno de la Nación es esencialmente, Civil, Repúblicano, Democrático y Representativo que se divide en Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial, estos tres poderes son independientes en el ejercicio de sus respectivas funciones”.

Ahí está precisamente la clave de nuestros principales problemas como Nación, un sistema representativo hoy caduco en las principales democracias modernas, porque debe ser participativo, no representativo, porque nadie debe tener la autoridad absoluta de representarnos a todos. Sin consultarnos y en nombre de todos los ciudadanos que dicen representar, su deseo es siempre tratar de repostularse y, de lograrlo, hacer de todo para reelegirse, para al final mal gobernarnos. Peor aún: se establece la independencia de los poderes del Estado, pero nunca en nuestra historia en la práctica ha sido real; el Poder Ejecutivo (el Presidente), controla casi siempre a los otros dos poderes del Estado.

Veamos las razones:

Primero, por el mecanismo de selección de los otros poderes, iniciando como se eligen sus autoridades. El legislativo, aunque es electo por voto popular, sus integrantes son candidatos escogidos por los Partidos, cuyo líder casi siempre es el candidato presidencial y es él quien al final decide quién o quiénes serán los nominados a senadores o diputados por su partido. Desde ahí inicia su dependencia. Ese es el origen de muchos que antes de ser electos le deben ya obediencia a quien los postuló o les dio los votos y, mucha veces, también los recursos para ganar la nominación.

En el caso del Poder Judicial pasa algo parecido: quien escoge a los principales representantes de dicho poder es el Presidente, que es quien encabeza el Consejo Nacional de la Magistratura y siempre tendrá mayoría en el mismo, por quienes son sus integrantes, iniciando con el Procurador General de la República, designado por el Ejecutivo, quien tendrá siempre 2 por lo menos de los 4 representantes del Congreso ante ese Consejo. Siempre tiene bajo control de su partido la primera o la segunda mayoría parlamentaria, así también los que representan a la Suprema Corte, porque para mantener sus puestos la mayoría de las veces tienen que votar en la dirección del Presidente de turno. Como si esto fuera poco, el Primer Mandatario tiene voto de calidad, en el caso de un empate su voto es el que decide.

El Poder Ejecutivo tiene bajo control absoluto los recursos públicos, en su calidad de administrador de las cuentas nacionales, ahí cabe el dicho de “quien paga manda”. Se habla de autonomía presupuestaria  y financiera de los otros poderes diferentes al Ejecutivo  pero, nada más falso, el que asigna los recursos, el que los aumenta o los disminuye a su única discreción es el Presidente y los que presiden los otros poderes tienen que ir a rogar a la Presidencia por los aumentos a las partidas asignadas. Los controlan por ahí pero, los que osen equivocarse tienen que verse en el espejo del hoy presidente del Tribunal Superior Electoral, a quien en la calle le retiraron la seguridad militar por no estar en concordancia con la línea oficial. En otros casos se sufre hasta el asedio de los servicios de seguridad de Estado, que invaden de manera ilegal la privacidad de cualquiera. En fin, los incumbentes de los Poderes Legislativo y Judicial que no se alinean con la Política Oficial sufren la presión de tener a todo el Gobierno Central y su maquinaria comunicacional en contra, de manera que a través de la presión mediática se les crean contrariedades en sus gestiones al frente de esos otros Poderes establecidos en la Constitución.

El Poder Ejecutivo controla también  la Cámara de Cuentas de la República  y designa al incumbente de la Contraloría  General, por lo cual maneja a sus anchas y sin ningún control o supervisión los dineros públicos, pero lo más ominoso y demostrativo del poder absolutamente discrecional del Presidente son las designaciones: no se nombran a los funcionarios por capacidad, profesionalización, carrera ni meritocracia, ya ni siquiera por razones de compromisos político partidista, sino que los últimos años  prima el amiguismo, las asociaciones, el nepotismo y las relaciones personales. ¡Hasta ese nivel de degradación hemos llegado!

Desde el FOPPPREDOM iniciaremos una lucha para concientizar a todo el país, a los ciudadanos en la necesidad de cambiar el sistema político. No basta la buena fe o voluntad de cambios que pueda tener el que aspire a Presidente, esto es algo que no cambiará, es histórico, cultural, propio de nuestra idiosincrasia y, sobre todo, parte de un sistema que auspicia y promueve el culto a la personalidad, el caudillismo, ese criterio providencial y místico con el que se quiere identificar al líder de turno.

Sólo si auspiciamos cambios medulares y reales podemos lograrlo. Por ello presentaremos a la nación una propuesta ciudadana para cambiar nuestro sistema político a República Parlamentaria, donde ambas cámaras escojan a uno de sus miembros como jefe de Estado y de Gobierno, el cual debe ser una misma persona porque nuestro país no estaría preparado para una bicefalia en la dirección de la cosa pública, pero que responda en todas sus acciones al Congreso, por lo cual tendría las limitaciones propias de este tipo de sistemas donde el Presidente está obligado a responder por sus acciones de manera permanente frente al Poder Legislativo, en donde no tendría el control absoluto del Presupuesto Nacional para manejarlo a su único interés particular.

Podríamos mantener el sistema bicameral con algunos cambios para democratizar su integración y garantizarle espacios a la minoría política organizada, porque el Presidente sería un diputado a la cabeza de lista de un Partido o Coalición, pero tan importante sería esto como la integración de una oposición con participación real en las decisiones de Estado, porque estaría representada en el principal poder del Estado, en donde se toman las decisiones más transcendentales y los candidatos presidenciales perdedores se sentarían en el mismo espacio con el Presidente de turno a dirimir la solución de los problemas nacionales de cara a la Nación.

Eso sí es democracia, donde el Presidente estaría obligado a gobernar manteniendo apoyos y mayorías permanentes para poder ejercer el control del Ejecutivo. En la vieja mansión presidencial se acabaría el manejo turbio y agazapado de la gestión pública, que sería transparente por obligación. Disminuirá sustancialmente el nepotismo, el abuso del Poder, el enriquecimiento abusivo por parte de los funcionarios o amigos cercanos al Presidente en ejercicio.

Estos males endémicos no se resolverán cambiando simplemente de actores, penosamente. No hay ciudadano que sea capaz de resistirse a las lisonjas, a los consejos de amigos, compañeros y familiares que le harán entender lo imprescindible que son sus servicios a la nación. El acendrado servilismo de una parte de la población que, en la búsqueda de privilegios y prebendas le hacen creer a los presidentes que son semidioses, porque al fin el dominicano que tenga la banda tricolor en su pecho tendrá el honor de ser el primero de los primeros, y por más humilde que sea su origen, por más inteligencia emocional que posea y por más luces de las que sea depositario, las alturas del poder total lo marearán, perderá  el sentido de la realidad y será preso del devaneo que produce el taconeo y saludo de un militar de alta graduación que, en correcta posición frente a él, le diga de manera expectante y firme, ¡a sus órdenes Presidente! ¡No nos engañemos más, la impronta de Lilís y Trujillo está ahí, presente en los recónditos entuertos de nuestra Historia, esto no es un asunto de que fue Danilo o lo será Leonel o Luis, es un sistema hecho para hacer cambiar hasta el mejor y bien intencionado de los hombres!.

No hay de otra, sólo cambiando el sistema político cambiaremos el rumbo de este sufrido país. Es esta generación, la misma que se empoderó y protestó en la Plaza de la Bandera y que promovió los cacerolazos por la “suspensión de la elecciones municipales”, es ella la que está más comprometida en hacer estos cambios y la única forma real de lograrlo para mejorar así la calidad de nuestra Democracia, es hacer conocer esta realidad que vive nuestra sufrida nación.

Por eso hemos asumido el reto como partido (BIS) y con el apoyo mayoritario de las organizaciones políticas que integran el Foro Permanente de Partidos Políticos de la República Dominicana (FOPPPREDOM), después de los procesos electorales venideros, visitaremos cada casa de esta media isla para concientizar a nuestra población de la necesidad de extirpar el cáncer del presidencialismo y la ya probada funesta reelección, ¡ésa deberá ser nuestra sagrada y patriótica misión!.

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