La forma de conducir y el historial crediticio ayudarían a la detección temprana de la demencia

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El deterioro cerebral puede comenzar años antes de la aparición de síntomas. El comportamiento cotidiano puede arrojar advertencias

Para saber cuáles son las probabilidades de padecer demencia en algún momento —una inquietud apremiante para muchas personas, sobre todo para quienes tienen antecedentes familiares— es necesario realizar pruebas médicas y consultar con los especialistas. Pero ¿qué tal si el comportamiento cotidiano, como omitir un par de pagos de la tarjeta de crédito o frenar a menudo al conducir, pudieran predecir ese riesgo?

Actualmente se llevan a cabo varios experimentos para explorar esa posibilidad, lo que refleja la creciente concientización de que las patologías vinculadas a la demencia pueden comenzar años o incluso décadas antes de que aparezcan los síntomas.

“La detección temprana es muy importante para poder actuar, justo en la etapa en la que podría resultar más eficaz”, señaló Sayeh Bayat, autora principal de un estudio sobre la conducta al volante financiado por los Institutos Nacionales de Salud y realizado en la Universidad de Washington en San Luis.

Según los investigadores, dichos trabajos podrían ayudar a identificar a posibles voluntarios para las pruebas clínicas y ayudar a proteger a la gente mayor de la explotación económica y de otros peligros.

En los últimos años, muchos medicamentos que se consideraban prometedores para tratar la demencia, sobre todo la enfermedad de Alzheimer, han fracasado en los ensayos. Según los investigadores, tal vez una razón sea que ya se administran demasiado tarde para ser de utilidad. Detectar los riesgos cuando el cerebro aún no ha sufrido tanto daño, podría proporcionarnos una reserva de posibles participantes que tuvieran la enfermedad de Alzheimer en una fase preclínica con los cuales se podrían poner a prueba tratamientos preventivos.

Es posible que esto también mejore la vida cotidiana. “Se podría aumentar la capacidad de las personas para que conduzcan durante más tiempo y que las calles fueran más seguras para todos”, mencionó Bayat como ejemplo.

Por el momento, la búsqueda de personas mayores con probabilidades de desarrollar alzhéimer o algún otro tipo de demencia tiene lugar principalmente en los contextos de investigación, donde los pacientes se enteran de su nivel de riesgo gracias a una combinación de pruebas genéticas, punciones lumbares o tomografías por emisión de positrones (PET, por su sigla en inglés) que detectan la sustancia amiloide en el cerebro, así como mediante cuestionarios relacionados con los antecedentes familiares.

“La idea es hallar a las personas lo suficientemente rápido como para tomar cartas en el asunto y evitar o retrasar la aparición de la enfermedad”, comentó Emily Largent, especialista en ética médica e investigadora en política sanitaria en el Centro de Investigación sobre la Memoria de Pensilvania, en Filadelfia, en el cual se realizan muchos estudios de ese tipo.

Se vislumbran otros tipos de pruebas de predicción, como los análisis de sangre sin prescripción médica que detecten la proteína Tau, otro biomarcador del alzhéimer, pero todavía faltan muchos años para que sean una realidad, dijo Largent.

Eso nos deja solo las técnicas invasivas, como las punciones lumbares, o las que son costosas, como las tomografías PET. No es posible usar estos métodos para estudiar a grupos de muchas personas. “No están disponibles en todas partes”, explicó Bayat. “No están muy accesibles ni son muy adaptables”.

Sin embargo, un dispositivo GPS en el auto podría monitorear de manera casi continua y a bajo costo el comportamiento al volante, lo cual proporcionaría los llamados biomarcadores digitales. “Los estudios han demostrado que las personas que padecen alzhéimer sintomático cambian su manera de conducir”, comentó Bayat. “Pero algunos cambios se presentan incluso antes”.

El estudio de la Universidad de Washington reclutó a 64 adultos mayores con alzhéimer en fase preclínica, según se determinó por medio de punciones lumbares (los participantes no recibieron los resultados) y 75 cuyo nivel cognitivo se consideró normal.

A lo largo de un año, los investigadores estudiaron el comportamiento de ambos grupos al volante —con qué frecuencia aceleraban o frenaban de manera repentina, si excedían el límite de velocidad o manejaban muy por debajo de él, si hacían movimientos bruscos— y su “perfil de conducción” (cantidad de recorridos, distancia promedio, destinos inusuales, recorridos en la noche). “Solo ahora, porque contamos con esta tecnología, podemos hacer este tipo de investigaciones”, señaló Bayat.

En el estudio se descubrió que el comportamiento al volante y la edad podrían predecir el alzhéimer en fase preclínica un 88 por ciento del tiempo. Es posible que esos hallazgos incentiven reclutamientos para pruebas clínicas y permitan que se pueda hacer algo —como hacer sonar alguna alarma cuando el auto se desvía— a fin de ayudar a que los conductores se mantengan en su camino. En áreas en las que no hay un buen transporte público (la mayoría), eso podría contribuir con la independencia de las personas mayores.

Jason Karlawish, geriatra y codirector del Centro de Investigación sobre la Memoria de Pensilvania, calificó ese estudio como “provocativo” y bien diseñado. “Los resultados indican que monitorear un comportamiento importante a nivel cognitivo en el mundo real puede ayudar a detectar las señales más tempranas y sutiles de un deterioro cognitivo incipiente”, escribió en un correo electrónico.

De manera similar, en un estudio en el que se analizan los antecedentes clínicos y los informes crediticios de más de 80.000 beneficiarios de Medicare se demostró que era mucho más probable que las personas mayores que en algún momento eran diagnosticadas con alzhéimer se retrasaran en sus pagos de tarjetas de crédito que quienes pertenecían a una población parecida, pero que nunca recibieron ese diagnóstico. También era más probable que tuvieran evaluaciones crediticias de alto riesgo.

“Nos motivaron las anécdotas en las que las personas descubren la demencia de algún familiar mediante un acontecimiento financiero catastrófico, como el embargo de la casa”, comentó Lauren Nicholas, la autora principal y economista sanitaria en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Colorado. “Esta podría ser una manera de identificar a los pacientes que están en riesgo”.

Los problemas se presentaron antes, cuando omitieron al menos dos pagos consecutivos hasta seis años antes del diagnóstico y obtuvieron un crédito de alto riesgo de incumplimiento dos años y medio antes. Aunque estudios más pequeños ya han señalado la relación entre una mala gestión financiera autonotificada y la demencia, este es el más grande y el primero en usar información financiera verídica, añadió Nicholas.

En Japón, los científicos han desarrollado una herramienta de aprendizaje automático que analiza las conversaciones telefónicas para detectar señales de alzhéimer en fase preclínica. Mediante el uso de archivos de audio grabados el año pasado durante algunas entrevistas, compararon las características vocales de los pacientes sanos —tono, intensidad, intervalos de silencio— con las de los de pacientes con alzhéimer y descubrieron que estos modelos podían predecir el nivel cognitivo.

Los investigadores de IBM han captado un riesgo elevado en pruebas de escritura y han descubierto que los patrones y el uso de las palabras pronosticaron un diagnóstico posterior de alzhéimer. Algún día se podría usar cualquiera de estos hallazgos para realizar un diagnóstico temprano.

Sin embargo, estos métodos plantean problemas sobre la privacidad. “¿A la gente no le incomoda que su banco o el seguro de su auto tenga esa información y la comparta?”, cuestionó Largent. “Llega a ser información médica que pasa a manos de personas que no son médicos”.

En el Centro de Investigación sobre la Memoria de Pensilvania, donde la información realmente está en las manos de los profesionales de la salud, “después de las pruebas en la clínica, algunas personas con deterioro cognitivo expresan que les gustaría que las monitorearan”, afirmó. “Otras consideran que eso es algo en verdad intrusivo”.

Durante años, los especialistas en bioética han abordado el tema de informar a los pacientes sobre los riesgos elevados de padecer alguna enfermedad aterradora para la cual aún no existe un tratamiento eficaz. Los estudios han demostrado que, en contextos de investigación, se pueden compartir los resultados de manera segura y eficaz. Sin embargo, sigue existiendo el temor de sentirse discriminados y estigmatizados.

Incluso utilizando biomarcadores establecidos, como el amiloide en las tomografías PET, estos hallazgos anticipados no son definitivos, lo que los investigadores se esfuerzan en señalar a los pacientes. “No es necesario ni suficiente tener estos factores de riesgo”, explicó Largent. Las personas con amiloide elevado tienen un mayor riesgo, pero pueden no evolucionar hacia el deterioro cognitivo; las personas que no lo tienen pueden, sin embargo, desarrollar demencia.

Aun así, dijo Largent, “en general creo que tener esa información puede ser útil para la gente”.

En muchos estudios, Largent ha analizado lo que sucede cuando se les revela a los pacientes y a sus familiares las posibilidades de padecer demencia y descubrió que alrededor de una tercera parte de los pacientes reaccionan modificando su comportamiento referente a la salud, realizan algunas planeaciones legales y financieras o toman otras medidas de preparación. “Hacen cosas como actualizar su testamento, redactar instrucciones de previsión, practicar más ejercicio, quizás mudarse a vivir más cerca de algún hijo adulto”, mencionó.

Paul Gondek, de 68 años, que vive en Filadelfia y enseña psicología social en la Universidad de Drexel, decidió conocer su estado de riesgo hace dos años, participando como voluntario en varios estudios del Penn Memory Center. El alzhéimer tiende a ser hereditario y, tras observar el lento declive de su madre a causa de la enfermedad, sabía que tenía más posibilidades de desarrollarla.

Para alivio de Gondek, la tomografía PET mostró que no tenía cantidades elevadas de amiloide en su cerebro. Y una puntuación de riesgo calculada mostró que sus probabilidades de padecer alzhéimer a la edad de 85 años eran de aproximadamente un 19 por ciento, más alto que el 11 por ciento de riesgo de la población general, pero más bajo de lo que había temido.

Si se dispusiera de otros indicadores tempranos a través de los registros de conducción o financieros u otros comportamientos y fueran confiables, dijo, “me gustaría usarlos. Preferiría saberlo antes que no”. Por: Paula Span. – nytimes.com

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