Cuba: un bloqueo criminal que debe terminar

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El bloqueo financiero y del comercio que por más de 50 años ha impuesto Estados Unidos contra Cuba de forma unilateral y sin que represente nunca la opinión mayoritaria de la comunidad internacional, pervive en el tiempo y se agrava, como dedo acusador contra su patrocinador, porque nada justifica semejante acoso extraterritorial contra una isla antillana que no amenaza a nadie.

Cuando Estados Unidos impuso el bloqueo inicialmente, lo hizo para tratar de asfixiar y revertir la revolución popular que liquidó una de las dictaduras más corruptas y asesinas del Caribe, la de Fulgencio Batista, cuyas fuerzas represivas eran armadas, asesoradas y provistas por el mismo Estados Unidos.

En aquellos años de Guerra Fría, el pretexto era que como Cuba se había constituido en un bastión importante y un país solidario e internacionalista al lado de los pueblos de América Latina que luchaban contra las dictaduras militares y el saqueo de los recursos de la región por parte de las grandes corporaciones extranjeras, había que derrotarla para que no “exportara” su revolución.

Era un contexto diferente y un pretexto que compartían líderes militares latinoamericanos adiestrados en las escuelas de mando de Estados Unidos que les inculcaron que la seguridad nacional era lo más importante, olvidando que la misión de los militares, desde la Independencia hasta siempre, es proteger a su pueblo y defender, incluso con su vida, la soberanía frente a los agresores externos.

Pedían aislar a Cuba para que no exportara guerrillas de jóvenes latinoamericanos que se proponían insurreccionar los pueblos y desestabilizar gobiernos “legítimos” que en la mayoría de los casos eran dictaduras sostenidas por la fuerza.

Ahora resulta que a Cuba no se le acusa de exportar guerrillas, sino de dar apoyo para sostener a gobiernos legítimos, salidos de las urnas y no de los cuartelazos militares, como es el de Venezuela.

Se han invertido los roles: Cuando Estados Unidos inspiraba y apoyaba golpes de Estado como el perpetrado contra Salvador Allende en Chile, el 11 de septiembre de 1973, a Cuba se le acusaba de promover la subversión.

Ahora que Cuba apoya, aunque sea políticamente y con sus médicos, a gobiernos legítimos, votados por la mayoría de los ciudadanos y respaldados por sus fuerzas armadas, como sucede en Venezuela, Estados Unidos se ocupa de desestabilizarlos, de apoyar de todas formas la subversión y de amenazar con la agresión militar después que ha ejecutado el golpeo a su economía y saboteado sus servicios de salud, de electricidad, su sistema bancario y su comercio.

Sogas al cuello

Lo que resulta increíble es que en un mundo caracterizado por la globalización del comercio, del financiamiento y la inversión, de las migraciones masivas en forma de turismo o de permanencia, con tecnologías disponibles para la información y la comunicaciones en tiempo real, la nación más poderosa del mundo bloquee y trate de asfixiar a una pequeña isla antillana que no representa amenaza para nadie.

Peor aun: después de que Estados Unidos y Cuba restablecieron sus relaciones diplomáticas por reconocer que el bloqueo era inútil para torcer el rumbo político de la revolución cubana y que solo aportaba sufrimiento al pueblo cubano, el gobierno de Donald Trump mantiene las relaciones diplomáticas, pero aprieta la soga a todos los cubanos.

En los últimos dos años, lo que está haciendo el gobierno de Trump contra los cubanos no tiene punto de comparación: Sanciona y presiona a bancos y empresas de todo tipo para que no hagan negocios con Cuba y si los hacen, los sanciona.

Pero aun más, impone restricciones para que cruceros y líneas aéreas no lleguen a puertos cubanos, lesionando la industria del turismo que es la que genera una parte importante de las divisas de la economía cubana.

Lo que acaba de hacer el gobierno de Estados Unidos al limitar solo al aeropuerto internacional “José Martí”, de La Habana, la llegada de aeronaves procedentes de su territorio, es una agresión directa tanto a Cuba como a las propias aerolíneas norteamericanas que arribaban a nueve aeropuertos en la mayor de las Antillas.

El derecho al libre tránsito, solo sujeto a las leyes, se está cercenando para millones de turistas de Estados Unidos y para familiares de cubanos que estando en Norteamérica, no rompen sus vínculos con su patria y con su pueblo.

Limitar la cantidad de dinero que una persona pueda enviar a sus familiares o amigos en Cuba, por puros motivos de agredir a un gobierno que no les simpatiza y a un pueblo que lo respalda, es una acción colectiva de crueldad e indolencia frente al mismo pueblo que suelen señalar que sufre graves precariedades de ingreso.

Lo peor del bloqueo, aparte del daño económico y financiero a todo un pueblo, es la política agresiva contra el sistema de salud cubano, que le impide adquirir medicamentos, equipos, materias primas, exportar productos de comprobada eficacia contra la diabetes y hasta el cáncer, que impide los intercambios científicos y compartir experiencias.

¿Qué ensañamiento más cruel? ¿Cómo se convierte a todo un pueblo en rehén y se le somete a semejante sufrimiento por diferencias políticas e ideológicas con su gobierno?

Voto en Naciones Unidas

En pocas horas la Asamblea General de Naciones Unidas pondrá en debate y votación una nueva petición para que termine ya el bloqueo contra Cuba.

Año tras año es casi consenso del mundo que ese tipo de agresión debe cesar y más aun en el caso de un pueblo que como el cubano, ha impuesto su marca en el mundo: envía médicos y forma médicos para ir a los lugares más recónditos a prestar servicio; manda sus rescatistas y su ayuda a todos los lugares del planeta donde hay desastres naturales, y despliega sus maestros para enseñar a los iletrados.

Si un pueblo con esos atributos, con la carga de antillanía y solidaridad, es agredido y bloqueado, pero no derrotado, ¿para qué persistir con ese tipo de villanía política, totalmente inútil, salvo para provocar penurias y maldades?

Cuando se discuta y se vote en Naciones Unidas, espero que el voto dominicano siga siendo resueltamente afirmativo contra el bloqueo, porque quienes mantienen esa ignominia contra Cuba, mantienen y protegen a regímenes sanguinarios, crueles, terroristas, como el de Arabia Saudí e Israel.

Arabia Saudí asesinó al periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul, Turquía, y Estados Unidos, en una decisión inexplicable, miró para otro lado; los mandarines saudíes tienen cuatro años destruyendo a Yemen con las armas y el apoyo occidental;  Israel agrede, asesina y se apropia de las tierras de los palestinos y sirios, pero eso no motiva ni siquiera una condena verbal.

Aun en los casos de Arabia Saudí y de Israel, no se justifica imponer un bloqueo a esos pueblos porque sus gobernantes sean sanguinarios. ¡Menos contra Cuba! Autor: Felipe Ciprián.

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